Por el Lic. Juan Esteban Courrèges.
La entrada en la escuela es una novedad para el niño desde distintos puntos de vista: implica el pasaje de conocimientos libremente adquiridos a otro fundado sobre cierto número de reglas de aprendizaje y por otro lado una separación del medio familiar y la práctica de nuevas formas de inserción social.
Actualmente nos encontramos en una situación inédita en relación a épocas anteriores en el sentido del acceso del niño a través de los medios de comunicación masiva a conocimientos que no pueden procesar lo cual se combina con una extrema dificultad para tomar otros que les va aportando la escuela, todo esto en un contexto de decadencia del sentido de la autoridad y de los valores éticos. Habría que poner en la cuenta las nuevas formas de constitución y funcionamiento de la familia, por el impacto social, cultural y económico que exige, en un número cada vez más creciente, el trabajo de ambos padres y, por lo tanto, la disminución de la participación de los mismos en el proceso educativo. Por último cabe señalar la incapacidad operativa de aquellos que intentan implementar políticas y reformas pedagógicas.
La escolarización no es, pues, un movimiento automático o burocrático sino una verdadera puesta a prueba de las capacidades intelectuales y psicológicas del niño. Es por ello que se trata de una fase con alta probabilidad de crisis y trastornos que las estadísticas confirman. Las dificultades escolares que pueden llegar hasta la interrupción del proceso dejan marcas que producen efectos a lo largo de toda la vida del individuo.
Si bien el contexto tiene una importancia digna de consideración aquello que nos orienta en cada caso serán las particularidades del mismo en un análisis de la capacidad intelectual, de la afectividad, de la constitución de los lazos familiares y modelos, de las características de la escuela y los planes educativos.
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