Miró por la ventana buscando una respuesta, como si las respuestas a sus preguntas fuesen entidades ubicadas en coordenadas espaciales fuera del café. La tasa, vacía, las servilletas usadas, tal vez con un poco de rímel, se recortaban en la perspectiva.
Pensó en lo acontecido los últimos días: recibir mensajes de su amante, cuidando obsesivamente de borrar todo rastro de conversación en el teléfono. Nunca pensó que la descubrirían, nunca la descubrieron.
En este marco es que se pintó el cuadro en el que estaba pensando…el domingo le pide a su marido que vaya a comprar el diario mientras se baña…él se olvida el celular, ella sale antes de tiempo, ahora no recuerda si para buscar una crema o ropa en la pieza…descubre el celular, tiene el impulso de leer los mensajes y los lee. Y como casi un espejo se encuentra con la infidelidad del marido.
Pensó “casi un espejo” porque había un punto de no especularidad: el olvido.
De todas maneras se preguntó qué estaban haciendo: ¿Se acabó el amor? ¿Se acabó el deseo? ¿los dos? ¿había algo que los dos expulsaban fuera de la relación? ¿o la relación era ya un cuenco vacío?¿o, tal vez, estaban tratando de salvarla? No olvidarse nunca de borrar sus mensajes: ¿dónde la ubicaba? Qué él olvidase el celular: ¿era un descuido o era un mensaje?
Le quedaban dos horas hasta que el regresase; la realidad, la ficción cotidiana de la realidad tenía un agujero enorme, una verdad que estaba anunciándose. ¿Cuál? ¿Hablaría? ¿Callaría? Ya no sería la misma.
Lic. Juan Courrèges.
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