Por el Lic. Juan Esteban Courrèges.
A los 16 años ya le provocaba un estupor rebelde la actitud de la madre que lo tenía todo pensado para ella: estudio, carrera profesional, hijos tardíos, juventud disfrutada. Tal vez se trataba de todo aquello que la madre había deseado y no había podido conseguir y que intentaba ver plasmado en su hija.
Esto provocaba una vigilancia constante de todo aquello que se desviase de esas pretensiones y desembocaba en un intento de control de sus actividades, su vida social, sus parejas, etc.
Cristina estaba hasta tal punto perturbada que entró en un estado de confusión. A veces se planteaba un objetivo y el sólo hecho de la aprobación materna la hacía dudar si realmente se trataba de un deseo propio o de una sumisión.
Ahora, a los 35 años, habiéndose casado muy joven, con los hijos ya encaminados, decide retomar sus estudios. Se encuentra con una sensación de libertad inédita, se despreocupa de cómo los demás juzgan su vida. Es indistinto para ella la aprobación o desaprobación. Ya no le pone condiciones a su deseo sino que pone su deseo como condición.
Hace unos días que se recibió. Decide ir a tomar un café sola, los festejos con los hijos y el marido quedaron atrás. La euforia del logro se disipó y mira su propio reflejo en los cristales. Una sensación de vacío la asalta, la novela que tanto la llenó y postergó la ha dejado a un lado. Una angustia diferente asoma en sus lágrimas. Nació de nuevo. Y ahora qué?
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